/ Escritos

Las Mujeres Tatuadoras de Paraguay

Tatuarse por moda, por amor o por venganza. Por una promesa. Tatuarse borracho. Por dolor y por placer. No poder parar de tatuarse. Tatuarse hace miles de años. Porque no se puede o porque no se debe. Tatuarse porque ya se tatuaron todos. Por magia y por desilusión. Tatuarse con un monje en Camboya o con una mujer en Paraguay.

( Click for English )

Las mujeres tatuadoras de Paraguay se abren paso en una sociedad donde la promoción de la igualdad de género está en alarmante regresión. Son frecuentes los estereotipos discriminatorios en los medios de comunicación y los actos de intimidación y hostigamiento a las mujeres. La brecha salarial de género es abrupta. Es el peor país para ser mujer en Sudamérica.

DJ, sabia consejera, ilustradora, niña prodigio y ex catequista. Reguetón, jazz, rock nacional, metal y música de películas. No podrían ser más diferentes y sin embargo las une su arte y la vocación de demoler prejuicios. Estas formidables tatuadoras paraguayas salen todos los días a modificar mucho más que nuestros cuerpos. Marcan huellas imborrables para las generaciones que vendrán.

Mi$$il

La conocí en los ñoquis de la resistencia, en una casa asuncena donde algunos viven y a otros nos gustaría vivir, refugio y fortaleza que mezcla activismo e ideas queer. Es La Mansión 108, donde también vive Mi$$il. Se define como Artista Latina. Es tatuadora, DJ, compositora, cantante con reconocimiento internacional y acaba de estrenar el video de Ronroneo, un reguetón que detona. Lo primero que hace esta super-estrella es sugerir el nombre de otras mujeres tatuadoras que deberíamos contactar. Sororidad al palo.

Nació y se crió en Ciudad del Este. Ya en el colegio bailaba funky y reconoce la influencia que el colorido tropical de la Triple Frontera tuvo en su arte. Luego de afirmarse en Asunción como DJ y artista plástica, viajó a Brasil en busca de inspiración y destino. Fue allí donde aprendió a tatuar. “Hay que ir y volver” enfatiza. “Una en su búsqueda personal necesita encontrar nuevo arte, pero quiero viajar y volver.” La vida sería más cómoda afuera, pero como tantas otras artistas, intelectuales y activistas paraguayas, tiene un fuerte compromiso con transformar la realidad de su país para las niñas que vienen marchando. “Todas sabemos nuestra lucha” posteó en su Instagram el 8M.

Se tatúan con ella mujeres y hombres de Asunción y otras ciudades de Paraguay. La mayoría son mujeres, y hombres gays. Algunos varones heterosexuales también, pero son los menos. Recuerda, sin rencor pero con risa, los chistes que los hombres hacían sobre ella cuando comenzó a pasar música. Su ingreso al terreno de los tatuajes profundizó el impacto. “A lo mejor los intimido” sugiere, mientras cubre con film el tatuaje que me hizo en el brazo. Levanta la mirada sobre los anteojos con inocencia apenas creíble y me recuerda los cuidados del tatuaje para los próximos días. Ella en cambio, en los próximos días, va a subir al escenario para acompañar con su música a Gorillaz y el mes próximo a Sara Hebe. “Me re emociona, me encantan los dos. Hay que escuchar para entender.”

A las aspirantes a tatuadoras les recomienda comenzar lo antes posible. “Hay que alimentar la pasión desde chicas”. Su propia madre la alienta a no distraerse de los tatuajes cuando la ve demasiado dedicada a la música. “La vida en comunidad te despierta” dice, refiriéndose a su vida en La Mansión 108. Allí encontró su propia forma de expresar el feminismo. En su tema “Todo lo Mejor” canta “soy una chica que le gusta brillar” apenas cubierta por pequeños tatuajes multicolores. En el mismo tema promete “ven conmigo yo te puedo iluminar.” De todo aprende y todo lo refleja, amplificado y a colores, como un diamante.

Instagram Missil Flashtattoo
Instagram Missil Artista Latina
Foto Ian Schuster
Make up David Friedmann

Drúgula

Conocí a Dru en una fiesta en la Guarida de las Incxgibles, un espacio de “inestabilidad económica – inestabilidad emocional  – piquetes, marchas, escraches – pesimismo esperanzado” entre otras promesas irresistibles. Unos días más tarde la visité en su estudio, donde hacía su primer tatuaje a una mujer acompañada por una amiga. Me senté a escuchar la conversación que las convocaba: una de ellas acababa de regresar de Alemania y repasaron las ventajas de la vida en el exterior confrontadas con la vida paraguaya a la que ninguna está dispuesta a renunciar. ¿Qué es lo más paraguayo que uno se puede tatuar? “¡La guampa!” que es como se llama en Paraguay al mate en el que se toma tereré. “Y el sombrero piri,” el tradicional sombrero hecho de la palma de karanda’y que marcó el récord de altura alcanzada por un objeto lanzado al espacio desde Paraguay, superando apenas el de la chipa astronauta – delicias delirantes de esta tierra. “Pero el sombrero piri ya lo usan los skaters también,” señala Dru. Las tribus urbanas tampoco renuncian a su identidad paraguaya.

Su primer tatuaje se lo hizo a sí misma, a los 14, hand poked, con tinta y aguja de coser. A los 18 compró su primera máquina de tatuar. Cursó un par de años en la facultad de ingeniería que alternó con los conciertos de metal**y los eventos de tatuajes. De a poco se ganó su derecho de piso en el underground asunceno para transformarse en una dedicada aprendiz de tatuadora. “Muchos de mis clientes son mujeres que se tatúan por primera vez. Aprendí a respetar la expresión de cada uno, no importa si al venir a tatuarse no saben por qué lo hacen, hay algo dentro de ellos que puede adquirir significado después.” Habla de los arquetipos de los diseños y de las mayores posibilidades que ofrece la tecnología. “Tengo que volver a dibujar comics,” se dice a si misma. Su antigua afición por el metal no resta lugar al jazz que acompaña su trabajo. Conversamos sobre la fiesta de la noche anterior, donde tocó Sonido Chuli, la celebrada banda local de cumbia, y Terror Manija, una joven banda punk de mujeres misioneras. Bendito sincretismo paraguayo. “Existe belleza,” señala con misterio y sabiduría.

El acto de tatuar en Dru va unido a un discurso que entrelaza lo artístico, lo místico y lo ancestral. En su hacer cotidiano hay algo que lo trasciende y tiene más que ver con un propósito vital. “Lanzate, despegate de vos mismo, de tu personaje. Atrevete a estar loco.” Hoy su familia respeta y valora su arte. Reflexiona sobre esa conquista y sonríe: “Siempre creí en mí.” Desea convertirse en el tipo de adulto que la inspiró cuando era niña. Alienta a las adolescentes a “nunca dejar de dibujar,” y les promete que “un adulto puede ser interesante. ¡Empoderate hermana!”. Dru es la confirmación viva de su prédica.

Instagram Drugula Tattoo
Foto Afrodita

Leda

La conocí en el recital de Milky Chance en Asunción. Lo primero que hizo fue contarme que ese día cumplía cinco meses de casada con Karen Ovando, la célebre conductora de radio paraguaya y referente del rock nacional. Viajaron a casarse a Argentina porque en Paraguay aún se lucha para conquistar ese derecho. Nos perdimos en la marea del recital y volvimos a encontrarnos unos días más tarde en El Kurtural, un medio periodístico independiente que promete “historias fenomenales desde la región más desigual del mundo” donde trabaja como ilustradora.Leda es la madre de CoquitoMan, el superhéroe paraguayo que lucha contra los villanos mientras toma tereré. Leda y Karen son parte de las superhéroes paraguayas que luchan contra el heteropatriarcado mientras van a conciertos, se tatúan, diseñan, hacen activismo, enfrentan el “alboroto mediático” que causó su casamiento en Argentina y, claro, también toman tereré.

Pasó años diseñando el primer tatuaje que se hizo: “soy muy quisquillosa con el diseño.” Mientras conversamos suena el folk rock de La Secreta. El rock paraguayo y el activismo LGBT los lleva tatuados en el alma. Teje una historia de amor, bandas locales y tatuajes: mientras Karen desde su programa radial “le hacía el aguante” a bandas nacionales como Salamandra o Flou, Leda tatuaba a todos los integrantes de la banda de su primo. Karen le armó una máquina de tatuar casera con un motorcito de radio y una birome vieja pero su primera máquina profesional se la regaló  Martín, el baterista de Carnival Prozac Dreams, que es tatuador en Electric Circus. La solidaridad es una constante en esta tribu.

Tiene respuestas concretas y sensibles. No deja de maravillarla “ir dibujando sobre la piel de la persona y que te salga bien.” La mayoría de sus clientes son mujeres. No permite espacio para la queja contra el ambiente hostil que le toca habitar. Se ríe con modestia y satisfacción cuando recuerda el triple desafío de ser mujer, lesbiana y tatuadora en Paraguay, pero se rehúsa a encaramarse al podio. Prefiere destacar la emoción de haber encontrado a otras mujeres con quienes compartir esta pasión y reitera su reconocimiento a las que empezaron antes que ella. A las nuevas generaciones de tatuadoras les aconseja “ser caraduras” pero también “empezar dibujando mucho.” Y practicar hand poke sobre frutas. A poco de despedirnos me envió un mensaje que decía “la cuenta del futuro” y un link a su Indieteka. Estas mujeres siembran diseño, arte y esperanza en el desierto. No puedo parar de escucharlas.

Instagram Leda Sostoa Tattoos
Instagram Leda Sostoa
Foto Nadia Gómez

Marcia

Nos  encontrarnos el sábado de Semana Santa en su estudio en Asunción. Tiene 21 años. La llaman “la niña prodigio” y, según un mito urbano, empezó a tatuar a los 13. En medio del silencio mortal del feriado, Marcia estalla en carcajadas cuando le pregunto por su apodo y jura no haberlo escuchado jamás. Es hija del célebre tatuador asunceno Walter, pionero de la tinta en Paraguay, y por ende la primera tatuadora de segunda generación del país. 

Era la única niña en la escuela con un papá tatuado. “Lo ‘normal’ es lo que más me cuesta entender.” El linaje trae sus beneficios pero también sus responsabilidades: al terminar el secundario consideró seguir estudiando, pero su padre le señaló que al tatuaje hay que dedicarse de lleno. Puesta contra las cuerdas, eligió tatuar. El primer año lo pasó dibujando y pintando con acuarela. Luego tuvo que soldar cien agujas. Lo cuenta y le brillan los ojos.Mientras conversa, calibra el tenor de nuestra charla y cambia de playlist para dar con el tono exacto. Igual que otros jóvenes, se queja de que a la escena musical paraguaya “le falta mucho.” Le comento que los jóvenes de Amsterdam se quejan de que en su ciudad no hay buena fiestas y nos reímos juntos.  Escucha “la música buena”: rock clásico y doom metal. Enlaza a Black Sabbath con Radiohead, exclama que Eeeks es “la mejor banda” y que los Luisonz son “poderosos”.

Su primer tatuaje se lo hizo su padre cuando ella tenía 16. Para romper el mito, aclara que en verdad empezó a tatuar a los 19. Su estilo es old school y le encanta hacer chicas. “Chicas no obscenas. Nadie va a dibujar el cuerpo de una mujer, como una mujer. El cuerpo hermoso de mujer.” Tiene proyectos de viajar a Buenos Aires y a San Pablo, a tatuar en algunos estudios y a visitar otros, pero no se imagina viviendo fuera de Asunción. Cuenta que los tatuadores que vienen a Tatto Down Babylon, el clásico evento que organiza su padre, se enamoran porque “Paraguay tiene algo. Viajan por todo el mundo, pero se enamoran acá.” Su programa preferido son las salidas con amigos, “comprar birras y caminar por el centro” de Asunción. “Esta tierra es mágica.”

No se libró de cierta maledicencia: se anduvo diciendo que sólo tatuaba a mujeres. Se ríe. “La mayoría de mis clientes son hombres.” Además “me llevo mejor con los hombres en gustos musicales.” Le encanta ser mujer. “Tatuadora y mujer.” Su primera forma de militancia fue exclamar “podemos tatuar”. Se relaciona más fácil con sus amigas más grandes, que son mayormente feministas. Este año fue junto a ellas a su primera marcha del 8M. “Lloré, fue increíble.” Un consejo a las más jóvenes: “tatuate bien” y “si no tenés ganas no tatúes, capaz la persona no lo note pero vos te vas a sentir mal.” La ética milenaria de este oficio reverdece con vigor en esta tierra. Será que de verdad es mágica.

Instagram Marcia de Souza Lobo Brizuela
Foto Maurizio Corso

María del Mar

Me invita a su estudio en San Lorenzo, una ciudad vecina a Asunción. En el camino encuentro un tráfico caótico y la aspereza del cordón industrial, con algunos manchones de pasto donde se improvisan fulbitos. De tanto en tanto, intercalado entre talleres y mercados, despunta algún salón de tatuaje y piercing.

Me ofrece agua y cuenta al pasar que antes vivía en un barrio de esos “donde predomina el empedrado y el tiempo es más lento” pero que “extrañaba el ruido de los autos.” Desde la computadora llega la voz pausada de un relator de documental. En su estudio no hay dragones, katanas ni suena heavy metal. Es que antes de ser tatuadora, María del Mar fue catequista. Un desacuerdo sobre la manera de acompañar a los niños en el descubrimiento de su identidad la decidió a alejarse de la misión religiosa. La responsabilidad de quienes tienen niños a su cargo es “darles herramientas emocionales.” Tiene una hija pequeña a la que educa según sus valores, a pesar de vivir en un país que prohibe la enseñanza de teoría de género en las instituciones públicas. Las suyas son victorias que gana con amable persuasión.

A la primera persona que tatuó fue a su novio. Reconoce que, en su camino de aprendiz, los hombres tatuadores no le trajeron problemas comparado con el acoso que las mujeres paraguayas sufren en sus empleos de oficina. “Evito los tatuajes gratis para evitar comentarios fuera de lugar. Con tu jefe en la oficina es más complicado.” Un lento y tenaz camino como tatuadora la llevó a independizarse de empleos y sistemas de creencias que no le resultaban saludables. Y subraya la incondicional lealtad de las mujeres paraguayas.

María del Mar tiene algo de modesto heroísmo que refleja una cualidad nacional. Los tatuajes de su cuerpo no están a la vista. Dibuja y tatúa las más hermosas mujeres indígenas y flores paraguayas. Uno de sus tatuajes de flores va acompañado de la leyenda che symi porâ, “mi madrecita linda.” Otro de sus diseños es una suerte de diosa Kali guaranítica de seis brazos y lustrosa cabellera negra, que prodiga magia, sanación, ventura y fertilidad. Así como la peonía trajo al tatuaje tradicional japonés su belleza y simbología, las mujeres y flores de mburucuja de María del Mar traen la belleza y el coraje de su tierra a la tradición naciente del tatuaje paraguayo.

Se nos fueron muchas horas entre conversación y silencio. Al final de la tarde me acompaña al auto y se queda al borde de la avenida mientras me alejo. Se queda, con presencia de madre y también de algo más grande. Tengo la sensación, casi la certeza, que aquí en San Lorenzo, al costado de la ruta, se forja un nuevo paradigma.

Instagram Made ink Py
Foto María del Mar

Las Mujeres Tatuadoras de Paraguay
Comparte